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Editorial |
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Es acertada la propuesta hecha por el Presidente de México de constituir un frente de países latinoamericanos para combatir la actual ola inflacionaria que azota la región. La misma es consecuencia directa de la elevada inflación que viven actualmente las principales potencias occidentales, con niveles nunca vistos desde la década de los años treinta del siglo pasado, alcanzando, en algunos rubros, cifras acumuladas de tres dígitos desde el año 2020. Inflación originada en sus inicios por el impacto en la economía de la pandemia del COVID 19, y que se ha exacerbado desde el inicio de la guerra en Ucrania. Ello ha ocasionado, por una parte, que los productos manufacturados importados por Latinoamérica desde los países industrializados hayan elevado considerablemente su precio, impactando fuertemente en los costos de las cadenas locales de comercialización. Por otra parte, la menor capacidad adquisitiva de esas potencias, resultante de su inflación galopante, ha disminuido la demanda de los bienes y servicios que les ha ofrecido tradicionalmente nuestra región. Esa acción mancomunada de nuestras naciones propuesta por López Obrador debe ir más allá de soluciones coyunturales. ES HORA DE COMENZAR A GARANTIZAR EL FUTURO Estas amargas experiencias deben servir de base para diseñar desde ya, una hoja de ruta que permita que las economías de nuestros países alcancen definitivamente los niveles de autosuficiencia requeridos, para que nunca más las zancadillas de la naturaleza o la acción guerrerista irracional de algunos orates que dirijan esas potencias, afecten tan negativamente a nuestros pueblos. El inmenso el poder que representan los países que se ha mencionado que en principio formarían parte de ese frente antiinflacionario, constituye un soporte lo sufrientemente sólido para lograrlo. En efecto, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Honduras y México, tienen en su conjunto un mercado potencial de más de 475 millones de habitantes, con más 16.400 millones de kilómetros cuadrados de superficie y un producto interno bruto global de más de 6,8 billones de dólares. Esa hoja de ruta es necesaria porque, lo que ha dejado perfectamente claro esta situación, es que fracasó el modelo económico de dependencia impuesto en nuestros países desde el final de la Segunda Guerra Mundial, basado fundamentalmente en actividades como el turismo externo, la comercialización interna de productos manufacturados en el exterior, con una industria modesta, mayormente en manos de transnacionales, y la exportación hacia otros continente de materias primas y de productos agrícolas. Fracaso que ya se había mostrado al ser incapaz de satisfacer las necesidades de la creciente población de nuestros países, y que ha generado graves convulsiones sociales en el área. Ese sistema económico hay que suplantarlo por uno que se oriente a la producción e intercambio interregional, (equitativo y beneficioso para todos) de bienes y servicios que satisfagan las necesidades de nuestra población, impidiendo que en el mismo se impongan odiosos protagonismos, tal como hemos visto en la nefasta experiencia de la UE, en donde la mayoría de sus países son verederas neo colonias de dos grandes potencias, Alemania y Francia. Tal sistema debe ir más allá de la simple producción de alimentos, generando las riquezas necesarias a través de un poderoso aparato industrial, apalancado en los ingentes recursos naturales que poseemos, aprovechados hoy, en su inmensa mayoría, por potencias extranjeras. Es fundamental para el éxito de ese objetivo, que el mismo se internalice en la mayoría de la población. Pero hay que entender que ello tiene un gran obstáculo, y es que ese modelo extractivo, agrícola y no industrial, creó todo un ecosistema, por darle algún nombre, de empresarios, políticos, militares, medios de comunicación, etc. que se han beneficiado y se benefician del mismo y que, como hemos visto recientemente en Perú, Ecuador, Argentina, Chile, etc. se oponen con uñas y dientes a cualquier cambio en ese paradigma neocolonial. Para vencer esa resistencia y alcanzar la hegemonía ideológica del desarrollo y el bienestar para la población, se hace necesaria construir una conducta política, no de confrontación, sino de convencimiento. Y en ese aspecto resulta vital trascender la mera iniciativa de los gobiernos, logrando la acción transversal en la región, de los diferentes componentes de nuestras sociedades: Universidades, Sindicatos, Gremios Empresariales, Partidos Políticos, etc. CAMINAR CON LOS DOS PIES DEFENDIENDO EL MEDIO AMBIENTE Además, es urgente que esa iniciativa abarque también la lucha en contra de un cambio climático global que ha afectado y afecta en forma inclemente a nuestros países, como lo hemos apreciado recientemente en los incendios en Chile, las sequías en Argentina y Uruguay, las inundaciones en Brasil, los deslaves en Perú, etc. etc. Hay que empezar ya con, por mencionar solo un ejemplo, lograr un convenio Colombo-Venezolano que vaya más allá del aspecto meramente económico, y prohíba la explotación del carbón por parte de multinacionales alemanas y chinas en la Goajira y en la Sierra del Perijá, por su altísimo efecto depredador del ambiente. Es la hora de borrar la hipocresía del pasado y pasar del bla, bla, bla, a los hechos. |