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EDITORIAL |
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COP28, la reunión convocada por la Organización de Naciones Unidas el pasado año en El Cairo para tratar el tema del Cambio Climático, marcó un punto de inflexión en la lucha en su contra. Al momento de iniciar la reunión se conjugaban importantes estudios científicos que lo explicaban como consecuencia de la emisión de gases con efecto invernadero por la acción antropogénica, con la decidida actividad de movimientos sociales de todas las latitudes, estratos y tendencias del globo, que reclamaban acciones contundentes ante la creciente materialización de los estragos que estaba ocasionando, tanto en el aspecto social como en la salud y la economía. Todos esos estudios, reclamos y propuestas fueron desoídos por los países industrializados, que unidos a los principales países productores de petróleo, impusieron su propia agenda de continuar e incrementar la producción y consumo de los combustibles fósiles e, incluso, ralentizando el cambio hacia vehículos con energía eléctrica, como lo expresaron altos ejecutivos de la industria automotriz. GRAVES CONSECUENCIAS PARA LATINOAMERICA Y EL CARIBE. Ese retroceso pasará factura en la naturaleza, siendo los hombros de los habitantes de los países no industrializados los que soportarán las mayores consecuencias, situación particularmente grave para los pueblos latinoamericanos. Se impone con urgencia que afrontemos decididamente esa anunciada realidad. Lamentablemente, los intereses geopolíticos mundiales gravitan sobre el accionar de muchos líderes de nuestra región. Expliquemos el porqué de tales conductas. Las grandes potencias occidentales necesitan mantener sus niveles de producción industrial, para lo cual necesitan mantener los niveles de uso de combustibles fósiles como el petróleo y el gas y del carbón, vital para sostener su asesina industria armamentista, a contrapelo de los intereses de toda la humanidad. Dado que en el Medio Oriente y Rusia están ubicadas grandes reservas de crudo y, ante la volatilidad política y militar de esas regiones, se han propuesto como objetivo estratégico apoderarse de los grandes yacimientos recientemente descubiertos en Latinoamérica, como los de vaca muerta en Argentina, del Esequibo en la región en litigio entre Venezuela y Guyana, de la Goajira en Colombia, de la faja petrolífera del Orinoco en Venezuela, etc. Además, conscientes que más temprano que tarde el uso de combustibles fósiles va a mermar en aras de la electrificación, también se han propuesto echar mano de las mayores reservas mundiales de litio, ubicadas en nuestra región. UNA ESTRATEGIA NEFASTA Para conseguir sus objetivos buscan agenciarse el apoyo local de truhanes de la política. Prueba de ese proceder, es la reciente visita de la Jefa del Comando Sur de Estados Unidos a países títeres como Chile y Argentina, con presidentes de claro corte neofascista, buscando eliminar cualquier gobierno progresista con propósitos integracionistas. En ese orden de ideas hemos visto en los últimos lustros, golpes de Estado o intervenciones, fallidas o no, bien con uso de fuerzas militares o con la manipulación de las leyes en Ecuador, Venezuela, Brasil, Perú, Haití, Argentina, Bolivia, etc. y ya, en estos precisos momentos, los presidentes de Colombia y Honduras están denunciando planes para derrocarlos. UNA FALSA DICOTOMÍA Para lubricar sus objetivos, difunden la caduca tesis de dividirnos en izquierdas y derechas. Ese maniqueísmo ya no tiene vigencia. Si hay alguna división es entre los sectores que quieren medrar a la sombra del apoyo de las grandes potencias, condenando con su carga de atraso y la pobreza, y los sectores que propugnan un desarrollo económico, con justicia social y bajo la egida del humanismo y la solidaridad. ESTADISTAS, MÁS QUE POLITIQUEROS Pero lograr esto último, necesitamos líderes, o más bien, estadistas, que se empinen sobre las miserias de la cotidianidad politiquera, buscando la necesaria unidad de nuestros pueblos, única salida para enfrentar los graves desafíos actuales, como el Cambio Climático, la pobreza, el hambre, la migración, los conflictos intestinos, el atraso tecnológico e industrial, etc. |