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POR UN NUEVO ORDEN INTERNACIONAL:

DEMOCRÁTICO E INCLUSIVO

Los seres humanos estamos enfrentado unos desafíos como nunca se nos habían presentado en la historia, y que amenazan la vida misma en el planeta, siendo los más graves los siguientes:

* El cambio climático con sus aterradoras perspectivas;

* Las pandemias como la vivida con el COVID 19 y de las que se pronostican repeticiones que pueden ser aún más severas;

* Las guerras con sus efectos devastadores;

* y el terrible drama de las migraciones.

A los que hay que agregar otros tan nefastos como la escasez de agua dulce; el narcotráfico, la desertización; el intento de varias potencias de apoderarse de los cascos polares; la definición del uso del espacio exterior.

Lamentablemente, la humanidad no cuenta con un organismo funcional que permita afrontar estos graves desafíos con éxito ya que, el llamado a cumplir ese rol, la Organización de las Naciones Unidas, al no ser concebida para asumir ese papel, ha demostrado ser ineficiente. Necesita una profunda reingeniería.

En realidad, su estructura actual es la culminación de un proceso histórico que se inició a mediados del Siglo XIX, cuando un puñado de imperios occidentales se dividieron entre sí el dominio del planeta, y cuya lucha por redistribuir ese reparto a la postre generó gravísimos conflictos entre ellas, cuyos puntos culminantes fueron las dos llamadas Guerras Mundiales.

La terrible experiencia de la última de ellas, impuso a las potencias vencedoras la necesidad de crear un mecanismo a nivel internacional que, preservando sus intereses, evitara una nueva confrontación directa entre ellas, siendo la máxima expresión de ese objetivo el mal llamado "Consejo de Seguridad" y su absurdo "poder de veto" que en él ejercen cinco naciones: Estados Unidos, Rusia, China, Francia e Inglaterra.

En el mismo sentido de construir el Nuevo Orden Internacional de la posguerra, esas potencias fueron creando organismos e instituciones que controlaran las actividades económicas, sociales y jurídicas de la humanidad, tales como la OIT, la CIJ, el Sistema Swift, la CPI, el FMI, y hasta la FIFA, etc. La actual guerra ruso-ucraniana ha revelado, en forma descarnada, como esas instituciones se colocaron irracionalmente al servicio de uno de los bandos del conflicto, desdiciendo toda la narrativa globalizante difundida en las últimas décadas y de esta forma, abonando el terreno para una verdadera implosión del actual orden mundial establecido.

Esa estructura necesita ser cambiada. Hoy vemos como ha emergido un nuevo planeta con más de 190 naciones, que albergan alrededor de ocho mil millones de habitantes, los cuales reclaman un papel protagónico en la dirección de los destinos de la humanidad, reclamos imposibles de ignorar ante los enormes desafíos que ésta enfrenta.

Es en ese camino, que nuestra Asociación se ha propuesto prestar toda su colaboración y esfuerzo. Y lo hacemos en el entendido que es una tarea muy difícil, por la fortaleza de los intereses de sectores que, para mantener sus posiciones dominantes, se oponen a la instauración de un sistema organizado de las naciones, que sea democrático e inclusivo y que permita afrontar exitosamente los retos venideros.

UN CAMINO DE ESPÈRANZA

Los recientes acontecimientos en la escena mundial, incluyendo reuniones regionales de países con posturas discordantes con las sostenidas por las principales potencias y las votaciones en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, han dejado muy claro que el mundo unipolar que se pretendió instaurar al final de la Guerra Fría está colapsado, situación ésta que debemos aprovechar las naciones amantes de la democracia y la solidaridad humana, para crear los mecanismos e instituciones necesarias para conducir la lucha en contra del Cambio Climático y para construir un mundo en el cual desaparezcan las guerras, basado en la democracia, la solidaridad y la inclusión.

Es en ese contexto que entendemos que la acción de los países de la región centroamericana y caribeña puede ser determinante para lograr esos objetivos.